El inicio de un nuevo ciclo lectivo genera también un nuevo espacio en el que docentes y alumnos deben convivir varias horas diarias. Relaciones que además se extienden a familias y entorno.  Este espacio de convivencia también abre la posibilidad de conflictos, que, cuando no tienen canales adecuados para su reconocimiento y gestión pueden derivar en situaciones que afecten el desarrollo tanto pedagógico como institucional o en hechos de agresiones y violencia que afecten la calidad de la educación.

La vuelta de la presencialidad plena luego de dos años donde las clases fueron por la modalidad virtual total o parcialmente, presentó nuevos desafíos de retomar la convivencia en un espacio físico común.
La virtualidad hizo que muchos intercambios y conflictos se trasladaran al ámbito de las redes, los grupos de chat, etc.

Hemos estado frente al desafío de retomar el contacto directo, lo que implicó una adaptación para docentes y alumnos y generó nuevas dificultades bajo la influencia del entorno que nos tocó vivir, las consecuencias de casi dos años con las relaciones “cara a cara” disminuidas.

Como venimos sosteniendo hace tiempo esto implicará más que nunca visualizar la importancia de la convivencia y el “clima” institucional que se manifiestan como silencioso telón de fondo de todas las prácticas docentes, más allá de las urgencias de lo cotidiano y los contenidos conceptuales a desarrollar.

Con frecuencia, el tema de la convivencia, la prevención y gestión pacífica de conflictos entra en la «agenda» institucional o política cuando ocurre algún hecho grave que trasciende, generando una movilización con acciones que buscan imposibles impacto inmediato y que luego no se sostienen sistemáticamente en el tiempo.

Mejorar la calidad de la educación, -además de organizar, planificar, coordinar, repensar las prácticas docentes e incorporar nuevas tecnologías- requiere tener una mirada pro activa sobre la calidad relaciones que se dan entre los actores institucionales y trabajar activamente en el reconocimiento, prevención de algunos conflictos y el abordaje temprano de aquellos que no pueden ser prevenidos.

Es el caso que el docente enfrenta día a día situaciones más complejas que cuando no tienen canales adecuados de gestión genera nuevos focos de estrés y tensión que llevan a enfermedades y ausencias entre otras consecuencias y se incide en la calidad de la educación.

Debemos tener presente que conflictos hay y habrá siempre en las instituciones, pero el “clima” y la “salud” institucional dependerá de cómo se aborden. Pero este abordaje necesita de un trabajo sistemático y permanente a nivel  del aula e  institucional que incluya al sistema educativo en su totalidad   promoviendo la convivencia pacífica y  detectando  en forma temprana los conflictos para abordarlos sin taparlos ya que lamentablemente muchas veces  cuando estallan con consecuencias graves en las instituciones son producto de procesos que en su camino dieron signos de alarma que no fueron tenidos en cuenta o  producto de la presión que ejerce la acumulación de situaciones no abordadas a tiempo o en forma adecuada.

Las investigaciones realizadas dan cuenta de cómo el conflicto “desgasta” al docente, interfiere en el trabajo y calidad de la educación, así como la necesidad de construir, revisar y actualizar los acuerdos de convivencia dan fondo a todas las prácticas educativas.

Bajo esta idea desde hace años venimos trabajando para pensar y diseñar junto a colegas docentes estrategias para ello y con un equipo docente integrado por las profesoras Graciela Montiel, Alicia Brites, Teresita Codutti y Nélida Franco hemos diseñado dos postítulos que abordan la convivencia, mediación y prevención de la violencia en las instituciones educativas en la Provincia del Chaco.

En este marco de complejidad creciente es necesario tener una actitud pro activa desde todos los niveles del sistema educativo promoviendo la convivencia en lo cotidiano poniendo el eje en la construcción de la paz y contando con herramientas como la negociación y la mediación que pueden aportar a las instituciones estrategias de prevención y gestión de conflictos que amplíen aquellas que las mismas a diario utilizan en pos de una mejora del clima institucional y del aula y, por ende, de la calidad de la educación.

El desafío es grande… los hechos cotidianos nos muestran la necesidad de ello y el camino es posible.

Educar para la convivencia es educar para la paz.

Los deseos para colegas docentes que tengan un excelente inicio de año.

DANIEL F. MARTINEZ ZAMPA

Profesor en Ciencias Jurídicas.

Mediador-

MAGÍSTER EN ADM. Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.

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