Desde hace tiempo venimos planteando- más allá de los innegables avances-   las dificultades que enfrenta la mediación y los procesos de resolución adecuada de conflictos para consolidarse.
Dificultades que surgen -sobre todo y a pesar del tiempo transcurrido- para que  los usuarios e incluso los abogados la conozcan,  o en la mediación privada,  por la ausencia de partes con  centros de mediación privados  que no se sostienen, escaso reconocimiento de la misma y del rol del mediador, problemas al momento de percibir honorarios,  centros de mediación institucionales con mediadores únicos que deben cumplir varias funciones.

Con frecuencia  hablamos y escuchamos acerca de la necesidad de políticas públicas que se sostengan en el tiempo más allá del convencimiento personal de  los funcionarios de turno.

En esta ocasión, aplicando lo que vemos en los RAD  que es pensar en la «responsabilidad» de cada uno, quisiera reflexionar sobre la parte que nos corresponde a los mediadores.

En el 1er. Congreso Americano de Mediación que se realizó en Corrientes en junio de 2019 en uno de los paneles se habló de la gran dificultad que plantean los “egos” de los mediadores.

Esto me recordó múltiples situaciones donde se evidencia la dificultad que tenemos los mediadores para aplicar entre nosotros aquellos principios que pregonamos o intentamos ayudar a las partes a aplicar.

Quizá los podemos llevar a la práctica en otros ámbitos pero nos cuesta en entre colegas.

Hay dificultad  en ocasiones para el trabajo colaborativo y la construcción colectiva.  A veces dividimos  los esfuerzos en un intento de “crear” un espacio propio desde un determinado lugar, viendo con recelo al otro, criticándolo abierta o en forma solapada.

En los eventos científicos en ocasiones se muestra poco o como algo que funciona sin dificultades, quizá con el temor que alguien tome una idea, la pueda mejorar.

Parece importar más de quién es una idea que  lo que pueda aportar en este campo que estamos construyendo.

Parecemos olvidar que una idea o propuesta es como un ladrillo, sola no sirve, sólo logra su objetivo cuando se junta con otras logra el edificio.  Y en esta construcción todos los mediadores debemos colocar nuestra parte.

Existen oportunidades donde se advierte muy marcada la diferencia entre grupos que “pertenecen” a tal o cual institución pública o privada o están representados por tal o cual referente.

Todo esto implica una dificultad también para generar mayores avances en  la mediación y los espacios de gestión colaborativa de conflictos y nos lleva a pensar si la formación de mediadores en ocasiones  es suficiente para la necesaria revisión de las creencias y formas propias de enfrentar las diferencias y los conflictos propios.

En ocasiones existen actitudes entre propios mediadores donde cuesta sostener un debate respetando las ideas o herir susceptibilidades.

Nos preparamos para enfrentar las diferencias,  trabajar con el problema sin atacar a las personas,  ser asertivos en la comunicación y a veces circulan mensajes donde  queda a la vista que no leemos toda la información , nos ofendemos rápidamente, no aceptamos otras miradas

Una colega y amiga mediadora cordobesa me dijo «Daniel … Parece ser que descubriste que los mediadores después de todo somos seres humanos… con nuestras miserias y grandezas».  Quizá el primer paso sea reconocernos también como seres humanos que en ocasiones requerimos auxilio en el proceso de gestión de nuestras diferencias.

Al hablar de estos temas no pretendo hacerlo desde un lugar negativo, viendo el vaso “medio vacío”, ni excluirme, sino abrir líneas para evaluar qué responsabilidad también nos cabe a los mediadores desde nuestro lugar y qué deberíamos mejorar para lograr un mayor  avance  junto a los demás procesos de gestión pacífica de conflictos.

No se pretende generalizar. Seguramente cada uno tiene una experiencia diferente, desde lugares donde se han podido desarrollar desde otra perspectiva.

Pensar estas cuestiones de ninguna manera menoscaba el reconocimiento a quienes comenzaron hace años la mediación en Argentina, como un pequeño  grupo de idealistas y que hoy nos permiten hablar de ella extendida a diferentes ámbitos.

Además hay que reconocer a los  grandes Maestros que nos han formado que siempre nos han dado todo y  organizaciones y grupos de trabajos que se han consolidado en años de trabajo que han permitido avanzar y extenderla a donde hemos llegado.

Quizá por un inconformismo personal, por pensar que pese a lo hecho se podría realizar aún más pensaba  que necesitamos pensar las dificultades y que más podemos hacer para avanzarpero para ello, hace tiempo me pregunto ¿Cuál es nuestra responsabilidad en el estado actual de la mediación? ¿Será necesario mediar entre los mediadores? 

¿Qué opinan colegas?

DANIEL F. MARTÍNEZ ZAMPA
MEDIADOR

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