La violencia hoy se ha trasladado al escenario virtual a través del uso de las redes sociales y las aplicaciones en distintos ámbitos, y el educativo no es la excepción.
Cada vez con mayor frecuencia encontramos noticias que dan cuenta de ello.
Frente a esta realidad surge el debate sobre “prohibir o no los celulares” y las posturas a favor o en contra.
En un medio periodístico vi un titular que decía “cortar por lo sano”, al referirse a una institución donde, a raíz de un conflicto, se decidió prohibirlos.
Existen proyectos de ley e incluso medidas impulsadas por algunos ministerios que, como “solución”, proponen su prohibición.
En ciertas escuelas, los alumnos deben guardar sus móviles al ingresar. Algunos me cuentan que tienen dos teléfonos: uno que “dejan” en resguardo y otro que usan durante la jornada, incluso con el consentimiento de sus padres.
Reducir el debate a prohibir o no los celulares es una simplificación extrema del problema.
Si no se analizan las causas, tanto internas como externas a las escuelas, las agresiones y la violencia a través de las redes no se resolverán simplemente porque durante unas horas no se tengan los dispositivos. Lo único que se logra es suspenderlas momentáneamente; luego continúan fuera del horario escolar… Eso sí, con la sensación de que “algo” estamos haciendo.
El tema de la violencia es mucho más complejo. Implica reflexionar sobre cómo nos comunicamos con el otro, cómo generamos espacios de diálogo, qué hacemos ante los conflictos, qué herramientas utilizamos para gestionarlos, cómo expresamos el malestar y qué mecanismos tenemos para abordar las diferencias.
También es necesario pensar en el ejemplo que los adultos damos a niños y jóvenes: los mensajes que transmitimos en los ámbitos familiar, comunitario y político.
Esto exige desarrollar herramientas para detectar, prevenir, gestionar, resolver y transformar los conflictos.
Es allí donde se vuelve indispensable fortalecer la escucha activa, la empatía, el lenguaje asertivo, el reconocimiento de las emociones, la valoración de las múltiples miradas, la evaluación de opciones y el compromiso en la construcción de soluciones compartidas.
De este modo, se hace evidente la necesidad de diseñar en las instituciones educativas proyectos de convivencia, prevención, gestión y resolución de conflictos, reconociéndolos como parte de la vida institucional y como telón de fondo de todas las prácticas educativas.
Esto requiere planificación a largo plazo y promoción sostenida desde las autoridades.
Lamentablemente, muchos de estos proyectos dependen de las ideas del funcionario de turno, más que de políticas activas que aborden la problemática desde una mirada integral y compleja.
Mi reconocimiento a quienes trabajan día a día en el campo de la convivencia, la mediación y la gestión de conflictos en el ámbito educativo, haciendo votos para que se le otorgue la importancia que merece en la construcción de la convivencia social y los consensos que tanto necesitamos.
Mag. Daniel Martínez Zampa.
Mag. en Administración y Resolución de Conflictos.
Mediador. Conciliador Laboral.
Profesor en Ciencias Jurídicas.
Coordinó el programa de Mediación Escolar del Chaco hasta abril 2006.
Coordinador de la Lic. en Gestión de la Mediación Educativa. Universidad de Concepción del Uruguay.
Coordinador Diplomatura en Mediación Policial y Policía Comunitaria de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste.
www.todosobremediacion.com.ar
