Por DANIEL F. MARTINEZ ZAMPA.

            Estas líneas fueron escritas en mayo del 2005 en oportunidad que varias escuelas fueron tomadas en la Ciudad de Buenos Aires como modalidad de reclamo.

  Volvemos a compartirlas 17 años después, en momentos que nuevas tomas teñidas de otros condimentos se dan en los colegios, lo que demuestra que la situación subyacente- la pérdida del valor de la palabra y la comunicación- siguen siendo temas a trabajar desde la educación.

            Estos días los medios de comunicación nos han informado acerca de la toma de escuelas como modalidad de protesta de los jóvenes en la ciudad de Buenos Aires.

            Ante este tipo de situaciones la primera reacción es buscar los “culpables”, intentando entrar en la lógica binaria de los “buenos y malos”.

Así se “culpa” a las autoridades de las escuelas, del ministerio, la sociedad, los padres, los medios, la política educativa, etc., etc.

            Todo esto agravado desde los distintos sectores políticos buscan “endilgarse” culpas buscando sacar provecho de la situación.

            Si bien nos alarmamos cuando ocurren estas situaciones, las mismas no surgen en forma súbita, son producto de procesos que muestran en su camino “signos” que muchas veces no son advertidos a tiempo, quizá con la ilusión que las “cosas se solucionarán solas con el tiempo”

Los estudios demuestran que los conflictos no tratados a tiempo generalmente terminan escalando hasta llegar a consecuencias destructivas. Reclamamos puntuales no escuchados a tiempo derivan hacia cuestiones generales contagiando a otros grupos.

            No debemos quedarnos con el hecho en sí mismo sino ver que hay más allá. 

Estas situaciones son fruto de algo más profundo que es el malestar en la sociedad actual y la falta de medios para expresar con palabras el mismo, la sensación de falta de control sobre la propia vida, sentir que no existen otros caminos que “aguantar” o “explotar”

            Este malestar genera reclamos en todos los ámbitos y el educativo no es la excepción.

Cuando estos reclamos no son escuchados, se aumenta la fuerza para reclamar hasta que se visibilizan.

En este contexto es que vemos que dentro de las instituciones general, se tiende a “ocultar” el conflicto y sólo a abordarlo cuando este ha estallado, con gran costo, por lo que una primera reflexión lleva a la necesidad de pensar cómo se ve al conflicto y qué espacios se dan en las instituciones para “escuchar” el malestar y trabajar respuestas.

            Otra reflexión de estos hechos es la pérdida del valor de la palabra.

La palabra como forma de relación con el otro, de reclamar y de buscar soluciones hoy está devaluada.  Pareciera que un acto violento puede más que mil palabras. 

Estos son los ejemplos que hoy reciben nuestros jóvenes y hoy lo reflejan. Decimos los jóvenes son el futuro, una vez escuché una frase que decía los adultos somos el futuro porque los jóvenes nos están mirando. ¿Será que esto que hoy nos moviliza de los jóvenes no es sino el propio reflejo que les estamos dando con nuestros ejemplos?

Será tiempo de recuperar el valor de la palabra. Pero recuperar el valor de la palabra supone también recuperar el valor de la escucha, del poder escuchar realmente al otro aún cuando está diciendo algo con lo que no coincido, en pensar que pueden existir múltiples verdades subjetivas y no una verdad única, que se puede trabajar con el disenso, que la lógica binaria (buenos –malos, culpables- inocentes) en estas situaciones no son adecuadas y buscar herramientas para consensuar.

El abordaje de estas problemáticas es complejo y requiere un trabajo multi e interdisciplinario.

                        Hoy más que nunca se hace necesario trabajar herramientas concretas en las instituciones, entre ellas la negociación y la mediación como facilitadoras para un espacio donde se recupera el valor la palabra, la escucha y el protagonismo de las partes para la resolución de los conflictos.

                        Es necesario recuperar espacios para “poner en palabras” el conflicto, hablar sobre él ya que poder ponerlo en palabras, definirlo, nombrarlo es el primer paso para comenzar a transitar un camino para alcanzar aquello que las partes dicen necesitar.

             Será necesario que desde los diferentes ámbitos pensemos nuestra responsabilidad y comencemos a dar ejemplos de revalorizar la palabra y quizá así iniciar un camino para prevenir estas y otras situaciones que hoy nos preocupan que se dan tanto en las instituciones educativas como en la sociedad.

            Se hace necesario además pensar seriamente en contar dentro de las instituciones educativas con espacios donde los conflictos puedan abordarse en el marco del respeto mutuo y construcción de consensos.

            En algunos casos ya se ha comenzado a transitar en el camino, en otros deben darse los primeros pasos.

Es necesario transitar el camino.

¿QUÉ OPINAN?

DANIEL MARTÍNEZ ZAMPA
Mag. en Administración y Resolución de Conflictos.
Coordinó el Programa de Mediación Escolar de la Provincia del Chaco hasta 2006.

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