¿Qué pasa a algunos mediadores?

Por Lilian Vargas (FIMe) y Daniel Martínez Zampa (TSM)

Desde hace 28 años que somos docentes formadores de mediadores tanto en Fundación Instituto de Mediación (Entidad Formadora registrada en el Ministerio de Justicia de Nación), como en otros ámbitos formales y no formales de la educación, en Argentina y en otros países.

En este contexto, venimos observando con preocupación ciertas actitudes de mediadores respecto de situaciones que se presentan en ámbitos de capacitación, pues las mismas no se condicen con las de una persona que haya incorporado las herramientas y habilidades necesarias como para poder desempeñarse como tal.

Entre ellas, por ejemplo, se percibe la creencia de que si “pago un curso, me corresponde el certificado”, aun cuando no se hubieran cumplido con los requisitos de asistencia y aprobación.

Esto nos ha generado situaciones incómodas a raíz de ciertos reclamos, respecto de los cuales, en algunos casos hasta hemos sido intimados “bajo apercibimiento de hacer las denuncias correspondientes”, justamente por no haber emitido un certificado a quien no cumplió con aquellos en el curso de que se trate, recibiendo resistencia en algunos casos inclusive a realizar el respectivo recuperatorio que como opción ofrecemos.

Otro tema que nos llama la atención es la falta de asertividad, la poca escucha activa y la falta de empatía al momento de realizar consultas, las que, en muchos casos, se encuentran especificadas en detalle, por ejemplo, en los links que publicamos al efecto, recibiendo como respuesta por nuestra parte aclaraciones como “no me fijé” , “no lo leí”.

Citando más ejemplos, vale resaltar la forma autoritaria y hasta rayana en lo agresivo en que en algunas ocasiones se dirigen para realizar consultas o reclamos, siendo que en la mayoría de esas situaciones, la información está incorporada en esos links de manera asertiva y específica, o cuando no están de acuerdo con la respuesta recibida (que en general apunta a resaltar que no han cumplido con los requisitos solicitados), o por ejemplo, cuando no la han recibido por cuanto consignaron mal sus datos de contacto (correos electrónicos).

Todos conocemos la complejidad de la comunicación, aunque en estos casos lo que llama la atención es el transferir la responsabilidad propia a otros.

En otros ámbitos como las redes o grupos de WhatsApp en ocasiones también se observan intercambios donde se advierten discusiones producidas por malos entendidos en los mensajes, interpretaciones únicas y contestaciones que poco tienen que ver con el lenguaje asertivo que deberíamos utilizar.

En conclusión, nos preguntamos ¿ cómo se conjugan nuestras habilidades comunicacionales y de abordaje de conflicto que como mediadores debemos desarrollar en nuestra profesión, con las que aplicamos en la vida cotidiana? ¿Deberíamos tal vez realizar nuevos ajustes en los programas de capacitación o en los exámenes respectivos para lograr una mejor calidad en estos procesos?

No pretendemos para nada generalizar nuestro análisis.

Afortunadamente estas desacertadas intervenciones son minoría, aunque lamentablemente cada vez son más frecuentes.

Y nos preguntamos entonces, ¿ cómo se aplicarán en la práctica de la mediación estas habilidades que en la vida cotidiana no se implementan?

Abrimos el debate sobre estas inquietudes   

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