Por Mag. Daniel Martínez Zampa
Con frecuencia vemos artículos donde, frente a ciertos conflictos, se propone la mediación como forma de gestión.
Es así como frente a situaciones de Bullying, violencia familiar, conflictos escalados y casi fuera de control, disputas públicas surgen voces que la quieren presentar como una opción.
Es así como creo que en ocasiones le estamos pidiendo a la mediación más de lo que ella puede dar.
Y en esto quizá tenemos un poco de responsabilidad quienes estamos en este campo.
En el afán de promoverla, se puede dar la idea equivocada que es la panacea frente a casi todo tipo de conflicto. Incluso en ocasiones pareciera que es “la mejor” forma de gestión.
Y, así como los medicamentos sirven bajo determinadas condiciones, debemos primero analizar cada situación para poder pensar en cómo trabajarla y si están dadas las condiciones para ello.
Condiciones que pasan no sólo por los aspectos formales de si un caso es o no mediable según la ley, sino los límites de los sujetos, el momento en que se piensa en ella, entras cosas.
Es así que, si bien la mediación propiamente dicha no procede en ciertas situaciones, sus herramientas: el reconocer y analizar los conflictos, escuchar, buscar las causas, los intereses subyacentes y el pensar que puede haber diferentes formas de solución podrían llegar a ser de utilidad en ciertos casos.
Esto implica “aplicar” las herramientas de la negociación y la mediación a las situaciones que es diferente a “transitar” un procedimiento formal de mediación.
También implica trabajar en ocasiones otros mecanismos de gestión o combinarlos.
Por ello creo que no debemos pedirle a la mediación más de lo que puede dar.
Para promoverla y consolidarla también es necesario trabajar sus límites, ya que de otra manera podemos generar el efecto contrario al deseado.
¿Qué opinan colegas? ¿En qué situaciones consideran se está pidiendo a la mediación más de lo que pueda dar? ¿Qué responsabilidad nos cabe a quienes estamos en este campo?
