Por Ana Prawda
Docente investigadora de violencia escolar, psicopedagoga,mediadora Escolar. Ex-Asesora del Banco Mundial
Publicado en diario Clarín del 15/1/2001

Es importante recordar la situación en que muchos de los maestros y profesores se encuentran hoy en día. En ocasiones es similar a la de sus alumnos, y en otras, mucho más violenta.

Los docentes no tienen delimitado su rol. ¿Es enseñar? ¿Es asistir ante la realidad económica social de sus alumnos? Están presionados entre aquello para lo que se formaron —educar— y las demandas que la sociedad les hace acerca de cuestiones que deberían resolver los gobernantes: trabajo, vivienda, salud, etcétera.

No se los hace partícipes de muchas de las deliberaciones que sobre su tarea realizan las autoridades educativas y que se suponen deben aceptar y llevar a cabo.

Víctimas de la violencia
Los docentes se debaten entonces en realizar una gran cantidad de funciones que no pueden ni les ayudan a priorizar. En la búsqueda de soluciones para sus alumnos, se confunden y no pueden discernir entre aquello de lo que deben hacerse cargo y aquello con lo que sólo pueden solidarizarse. Sufren la violencia encubierta de una sociedad perversa que mucho les exige y poco les da.

En 1983 retorna la democracia a la Argentina. Los valores fundamentales que hacen a la convivencia democrática como la tolerancia, el respeto por el otro, la justicia, la solidaridad, el ejercicio de una libertad responsable se expresan en normas que se han modificado en el tiempo, lo que hace necesario revisar posturas concebidas a principio de siglo.

Lo cierto es que si no se los capacita para intervenir en cada situación nueva, no pueden enseñar. Lejos de negarse o de cerrarse, los docentes solicitan recursos didácticos y formas de intervención que les sirvan como herramientas en su tarea cotidiana.

La convivencia escolar exige por parte de todos sus actores una revisión permanente de la apuesta de la escuela como modelo generador de espacios de participación, de diálogo, de reflexión y de construcción democrática.

En tanto espacio que involucra al adulto, la escuela lo lleva a enfrentarse con sus propias dificultades frente al tema. Esto necesita que los educadores promuevan en el aula un clima constructivo de trabajo y no busquen hacer un uso coercitivo, impositivo o represivo de su autoridad, ni recurrir a la amenaza del castigo o de las sanciones. Un docente democrático busca el pasaje de la necesidad de «mantener la disciplina en el aula» a la de lograr un adecuado clima de trabajo.

Es deber del Estado contenerlos y capacitarlos para que den respuesta a sus alumnos ante los conflictos que se repiten en las aulas.

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