Por: Arcidiácono Atilio José
E-mail:azulgris17@yahoo.com.ar
El significado de las fases es único al crearse. El uso, los intereses, los que lo usan, el objetivo para el cual se usa, puede modificar el significado primero.Pueden diluirlo, hasta agregar una connotación irónica, fatalista, etc. que no poseía en un comienzo
Cuando decíamos “la Escuela, es el parche donde retumba la violencia de la sociedad”, intentábamos poner en oídos de los medios de comunicación y la comunidad toda, que la violencia que se vive en las Escuelas no es ajena a la violencia que se vive en las calles de la comunidad.

Queríamos expresar que los códigos relacionales que vivían y se alimentaban en los distintos barrios y sectores de la ciudad, invariablemente se repetían en el ámbito escolar.
Pero con el tiempo la frase indicada u otras similares tales como “la Escuela no puede estar al margen de la violencia social” (u otras semejantes), parecería haberse connotado con rasgos de fatalismo.
El mismo “fatalismo” que se detecta en el tratamiento de “la violencia” en los medios de comunicación, en los funcionarios, en el hombre y la mujer común que trata de vivir en nuestra sociedad.
Hablamos de “fatalismo”, porque pareciera que cada día nos vamos acostumbrando un poco más a que existan hechos de violencia y que ante los mismos no haya opciones reales de solución.
Parecería que lejos de poder instrumentar acciones concretas de resolución del tema nos vamos acostumbrando a vivir con un miedo que nosotros mismos alimentamos redimensionándolo y haciendo así lo mejor para que la “violencia” crezca.
Es decir “alimentamos” la violencia de los violentos especialmente a partir de las imágenes fílmicas, fotos, espacios en los medios de comunicación. Pero si bien la sociedad promueve aún sin saberlo estas situaciones la “Escuela” no puede ni debe considerar que resulta imposible disminuir la violencia en el ámbito que le ocupa y debiera preocupar.Al escuchar relatos de directivos, docentes, medios que los entrevistan, uno se inclina a pensar que los hechos se suceden sin que previamente se pudiera haber hecho “algo” como para evitarlo o disminuido.Queda la sensación, como que es imposible idear y desarrollar una organización capaz de disminuirlos y hasta evitarlos.
La Escuela no puede mantenerse ajena a la violencia de la sociedad de que es parte.Pero menos puede aceptar como inevitable lo que sucede en su seno.A este punto hay dos aspectos a tener en cuenta: la violencia que se produce puertas afuera de la escuela y la violencia que se produce puertas adentro de la misma.Como también diferenciar en los casos arriba mencionados, si los “violentos” pertenecen a la institución o sólo son los “violentados”. No podemos obviar una situación mixta donde algunos alumnos de la institución solicitan la violencia de conocidos que no asisten en el ámbito escolar.
Estos aspectos son centrales para poder proponer acciones tendientes a prevenir la violencia escolar.Podríamos decir que es el primer centro medular de análisis, definición y que es a partir de él que una propuesta podrá limitar las situaciones de violencia o no.
El segundo aspecto medular del tema es la posibilidad o no que como grupo docente se posee para diagnosticar correctamente la situación y establecer acciones “realizables”, “acordadas” y “asumidas” por la totalidad de los docentes.
Acciones que no pueden quedar escritas en proyectos sino que tienen que cumplirse para lo que resulta indispensable “el compromiso”.
Pero qué “compromiso” puede existir entre los integrantes de un grupo para “hacer”, cuando ellos vivieran una relación grupal donde no prime la confianza, el reconocimiento, el respeto por la norma y el cumplimiento de la misma.
Podremos iniciar nuestro largo camino de resolver los conflictos de disrupciones de la conducta en la Escuela sólo si el personal directivo, docente, administrativo y no docente cumple con su función específica en una atmósfera de respeto, diálogo y reconocimiento de los propios errores.
Esto es pedir a cada uno el cumplimiento del rol para el que ha sido convocado.
La violencia en las aulas, los patios, las agrupaciones, no aparecen mágicamente.Tienen su correlato, su desarrollo y su desenlace.
Será necesario, en base a la experiencia aprendida en virtud de los hechos violentos producidos en la institución, cuales son estos correlatos, cómo se producen sus desarrollos y cómo, dónde y cuándo los desenlaces.
Habrá que buscar estrategias que ante la evidencia del inicio de un conflicto podamos intervenir antes que se produzca su desenlace.
De lo contrario el resultado será actuar después de producido el hecho. Con lo cual la posibilidad de menguar el daño no existe.
El no trabajo en la previsión estimula la violencia, la que generalmente recae en las mismas personas o en personas con características similares.
Es posible implementar proyectos tendientes a disminuir la violencia escolar.
Pero si estos proyectos no son parte misma del hacer cotidiano de los adultos en su interrelación, difícilmente se podrá aplicar entre alumnos y alumnas –
Implementar proyectos solamente aplicable entre alumnos y alumnas es no efectuar el análisis necesario e indispensable para diagnosticar si la violencia escolar es sólo el retumbar de la violencia social en la escuela o si la “Escuela” es copartícipe (aún sin saberlo) de esa violencia social y replica en su seno las causas generadoras de violencia.
Arcidiácono Atilio José
azulgris17@yahoo.com.ar

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